Cuando la última gota de cera
dentro de mi alma, se evapore
en la cuesta angosta de mi existencia.
Cuando el último ruáh exhale
mi alma inquieta y honesta,
y mis familiares lloren y musiten
su tenue oración y sus quimeras.
Cuando las noticias bailen en la TV
de mil casas en la urbana ribera,
yo habré abandonado -para siempre-
mis sueños terrenos, mis anhelos
se habrán quedado mudos,
y, solo hasta entonces, mi débil espíritu
surcará mares ignotos y cielos nuevos,
y nadie ya -creo yo- volverá a mencionar
al pobre Tomás, solo Dios estará -tras la puerta-
esperándolo, y ya.