¡Oh Dios!
tú eres silente y armonioso,
tu misterio me subyuga y doblega,
tu alma, que es cristalina,
transforme mi poquedad y mi tristeza, pues…
me siento como desterrado de tu presencia.
En la soledad de mi silente noche,
escenario mudo de mi vacuidad,
y de la multitud de mis miedos,
a ti mis manos elevo
para suplicarte aliento y consuelo.
Envíame tu Santo Espíritu,
luz incandescente y arcana,
soplo vital y solícito;
sea Él quien mi alma sane,
purificándola de todos sus males.
Dios… dale luz a mi ministerio,
pues sin ti, Creador mío,
¡mi vida toda pierde su fuego!
Cuando la noche llega a mí abrasadora,
la soledad y yo conversamos,
y si bien charlo con Mozart y Beethoven,
Bach, Händel y Vivaldi…es más bien
la música de los ángeles,
la que mi corazón escuchar quisiera,
oh mi Dios polifónico:
Tú, ¡y sólo Tú serás mi Cielo!
Que el Arcano, sonoro conteste!
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Ingeniero Mauricio, pero si usted es ¡todo un gran poeta! Le felicito. Dios le guarde
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