Bañada por años remotos
saludas al alba, sonriente,
y tus entrañas rocosas
gozan silentemente.
¡Oh Lomita de mi infancia!
escenario ferviente
de mi vocación y mis sueños.
Te rememora mi mente ardiente,
ardiente en conocimientos
y en saborear de la milpa
su miel y sus quimeras,
mientras la mansión del destino
aniquila mi esperanza primera.
Primero Dios, que viviré
entonando mi canción
y mi ser inquieto y convexo,
se revestirá de hierro y de mezclilla,
musitando, tímido, su oración,
mientras agota su oblicuo sendero,
llevando a cuestas
su esperanza y su tenue ilusión.