Neuronas puras y sonrientes,
mientras comen abrazos y besos,
las neuronas de un niño que,
cual cervatillo oaxaqueño,
así es mi ADN, Señor Dios,
aunque ya rozo los cincuenta…
Calles desiertas en domingo
por la noche,
así trota mi alma por las avenidas
de mis venas, sinceras y honestas.
Mientras leo a Ernesto Cardenal
y sus Epigramas besan mi sentimientos,
la vida hace lo suyo,
besando mi cuerpo,
saturado de recuerdos
y lanzado hacia un futuro
verde, como mi infantil huerto.