Hoy Señor…
hoy me ayudaste a recordar,
y evocar inolvidables momentos,
instantes lúcidos que sólo Tú sabes
si por mí vuelvan a pasar.
“La tarde está llorando”,
cierto día escribió un poeta
al ver del cielo sus lágrimas,
señal de la tristeza que embargaba su alma,
sus palabras así lo expresaban.
Mas en mí surgieron
sentimientos autobiográficos y pretéritos,
evocaciones de tierra y de montaña;
olor a hierba y césped mojados,
peregrinajes para labrar la tierra
en el seno de aquel monte,
mal llamado “la raya.”
Qué hermosos recuerdos
brotaron en mi alma campesina,
y…cual cabritos retozones
se detuvieron en la cueva de mi corazón,
¡llevándome a revivir aquellos atardeceres
- oh, ¿Cuántos habrán sido? – de lluvia y de sol!
Y me pregunto con hondura:
Señor ¿Qué es la tarde y qué es la lluvia?
signos son de tu gran amor,
el vestido impecable de la novia
que destila místico resplandor.
La humanidad entera es por ti bendecida,
tú sigues pasando delante de ella,
y al rozarla tenuemente con tu rostro,
impregnada la has dejado de tu belleza.
Una objeción, sin embargo,
vino a morar en mi pecho
y melancólica ha dejado mi alma:
el contemplar del mundo su embotamiento,
pues ha hecho de las riquezas “su dios posmoderno”,
¡las palabras baleadas han sido por las armas!
Pero hay otras armas más letales:
Las de los asesinos de los pobres,
las de los políticos rastreros y corruptos,
hijos de perros y de ladrones.
Cuántos clamores llegan a ti oh Señor,
súplicas desesperadas de corazones heridos
por la soberbia y la avaricia de unos cuántos…
las mujeres y niños en Ruanda, México o Sudáfrica,
ellos son los pequeñitos de la tierra (Mt 25),
deshechos humanos. Y para el oligarca: tan solo “piltrafas”,
siguen siendo excluidos… “a nadie le hacen falta.”