Las flores del mal de Baudelaire
llegaron a mi patio
hoy por la mañana.
Mientras Edgar Poe,
el bostoniano profundo,
absorto y místico, las miraba.
Mallarmé les dedicó un metapoema
y Van Gogh las transportó a un cuadro
que preside mi galería interna.
Dios sonríe y se baña de poesía terrena,
la cual, apenas se asemeja al arte
con que Él ha pintado el mundo,
y lo ha impregnado de su Belleza.