Sonriente, trémula y callada,
cual hermosa niña campesina,
así eres tú, agua de mi Presa Iturbide,
mientras tu silencio me grita a escondidas
tu dulce amor por la revestida montaña,
la montaña que te cobija maternalmente
y te susurra al oído con su voz de aire,
lo mucho que te ama y te añora,
como el beduino añora el agua,
y el filósofo las ideas en su mente.
Oh Presa Iturbide, en tu celestial seno
escondes un amor adolescente
por la luna y las estrellas, tus amigas que,
puntuales a la cita, te visitan de noche,
y contigo platican bajo el cándido sereno.
Al tiempo que el justo ora en su choza
y el malvado se levanta a masacrar,
destruyendo vidas y mutilando familias
en la mafiosa ciudad ¡que asesinó
árboles y lagunas imponiéndoles su loza!
Oh Presa Iturbide que a Dios respiras
al caer la tarde o al arribar el alba,
dime, ¿qué piensas? ¿qué amas?
amas la paz en tu hondo corazón,
y en la mínima ola que me convidas.
Cuánto amo tu música celestial
y tu callada alegría que le grita
a mi sucio y torpe corazón
tu monástica soledad y tu vida,
mientras floreces como un rosal.
Oh Presa Iturbide, emblema de paz,
la hondura de tus aguas y tu bosque,
desenmascara lo superfluo de mí,
por ello, sé tú mi hermosa musa,
mi cielo, mi banquete y mi manjar.